domingo, 10 de julio de 2016

SOBRE EL FRACASO DE LAS ENCUESTAS EN LAS GENERALES DEL 26J

Disonancia sondeosEn una entrada anterior nos habíamos referido al batacazo de los sondeos pre-electorales y post-urna en las elecciones generales de 1993 en España. En ella, las encuestas (incluidos los sondeos a pie de urna) daban un triunfo del PP rozando la mayoría absoluta, mientras que la realidad situó al PSOE como verdadero vencedor, bastante cerca de la mayoría absoluta.

Nos referíamos a ello para analizar la importancia de la no-respuesta en dichos sondeos electorales. Cabe ampliar que en aquella ocasión teníamos a un PSOE liderado por Felipe González que arrastraba ya once años en el poder y que acumulaba varios escándalos de corrupción y financiación ilegal. Además, durante la campaña el propio González se había definido como enemigo de las encuestas.


Pues bien, 23 años después ha ocurrido en España algo bastante parecido. Los sondeos (incluido el sondeo a pie de urna) daban al PP un porcentaje de votos y un número de escaños mucho menor que los que en realidad obtuvo, y a Unidos Podemos un porcentaje de votos y un número de escaños mucho mayor que los que en realidad consiguió. Dichas diferencias estaban entre los tres y los seis puntos porcentuales, y entre los quince y los veinte diputados por cada lado.


Para analizar lo sucedido, es importante destacar que tanto en 1993 como en Junio de 2016 los sondeos a pie de urna coincidieron con los pronósticos que los sondeos preelectorales habían colocado sobre la mesa.


Como señala Ignacio Urquizu (1993, p. 121), estas diferencias pueden deberse a la espiral de silencio (la dificultad de algunos electores para reconocer públicamente su voto o la intención del mismo), que genera lo que llamamos el voto oculto: ese voto que las encuestas no siempre son capaces de medir.


Urquizu realiza un diseño experimental analizando contiendas electorales de los años 80 en España. Analiza aquellos registros de sujetos que en las encuestas pre-electorales del CIS señalaron que no sabían a quién iban a votar. Relacionó estos valores con preguntas como valoración del franquismo o posición ante la huelga general del 14 de Diciembre de 1989. Dicho cálculo le permitió explicar en parte el voto oculto de los años ochenta.


No obstante, es una lástima que no intentara analizar lo ocurrido en 1993. Y es que el experimento de Urquizu no se ocupa de aquellos electores que no quisieron ser entrevistados, aquellos que no acceden a la realización de la encuesta y aquellos que huyen del entrevistador en el sondeo post-urna.


Que los pronósticos de encuestas pre y post electorales el 26-J fueran similares nos lleva a afirmar que lo que ocurrió es muy difícil de medir con modelos estadísticos. No se puede cocinar el pez que no ha podido ser pescado.


En esa línea, podemos pensar que no fue el resultado del Brexit (el referéndum de salida del Reino Unido de la UE) lo que determinó la disonancia entre realidad y pronóstico: si hubiera sido así, los sondeos a pie de urna hubieran dado un resultado diferente, más parecido a lo que ocurrió en realidad. Posiblemente las encuestas no estaban pronosticando realmente lo que ocurriría.


¿Y qué se puede hacer para solucionar este problema? Bajo nuestro punto de vista, mejorar la metodología para analizar lo que sucede en determinados momentos históricos. Después de realizar este trabajo de clasificación, analizar cualitativamente el momento histórico de la votación para determinar qué pasa con esos peces no pescados y cómo se pueden ponderar en una predicción.



REFERENCIAS


Urquizu, I. (2005) El voto oculto en España Revista Española de Ciencia Política. Núm. 13, pp. 119-156.

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