martes, 22 de marzo de 2022

DESERCIÓN ESCOLAR, BANDAS JUVENILES Y APRECIACIÓN

Una banda escolar
Los estudios señalan que las pandillas o bandas suelen atraer a adolescentes o jóvenes que son más susceptibles a la presión social. Baja autoestima, relaciones familiares tensas, bajo rendimiento académico o desertores del sistema escolar.

El estudio cualitativo realizado por Bonilla y Jaimes (2017) evidenció la relación entre deserción escolar y pertenencia a las bandas, pandillas y parches. Para llenar el tiempo libre, el paso siguiente a la deserción escolar, puede llegar a ser el ingreso a los parches o a bandas de carácter delictivo, muy estructuradas.

Formar parte de una banda o parche, con la illusio de que éste te haga la vida más fácil (cosa que no es así), es una estrategia que ciertos adolescentes siguen. La pertenencia a grupos de desviación social no supone ausencia de normas; más aún, suele demandar la aceptación de estructuras jerárquicas muy rígidas, de liderazgos fuertes, de sistemas disciplinarios férreos cuya violación de las reglas puede ser pagado, incluso, con la vida (Matza, 1981). Sin embargo, hay que destacar, como señalan las autoras, que “la deserción escolar se estableció como escenario favorable y facilitador de su vinculación a colectivos donde, pese a que la violencia se instrumentaliza, los adolescentes y jóvenes encontraron sujetos con su misma necesidad de solidaridad, atención, afecto, protección e inclusión” (Bonilla y Jaimes, 2017:49).

La elevada tasa de deserción escolar característica de este colectivo se presentó por dos vías: Primero, la expulsión. Los adolescentes y jóvenes ingresaron a un bucle de violencia escolar que impedía establecer relaciones pacíficas y respetuosas en el aula y sin contemplar la resolución de los conflictos de forma asertiva. Segundo, el abandono voluntario principalmente por temas motivacionales. La crítica más recurrente entre los entrevistados era la poca motivación frente al sistema escolar, expresada en tedio por las metodologías aplicadas para el desarrollo de las clases y la forma en que eran tratados.

Las y los profesoras/es sienten que pierden el control sobre el aula, el control emocional y se enfrentan a ellos. Los maltratan psicológicamente (ejemplo, “chino pendejo, usted no sirve pa’ nada, retírese”; “gonorrea córrase”, “váyase gonorrea”…etc.) e, incluso, físicamente (golpean con los nudillos sobre sus cabezas).

Los enfrentamientos, los señalamientos y estigmatizaciones en torno al “estudiante malo e inquieto”, aumentan las condiciones de exclusión en que ellos y ellas transitan y se establecen como estímulo claro para replicar la violencia y la intolerancia que vivencian en sus hogares, en sus barrios, en la sociedad que los rodea. Por ello, el camino más fácil es desertar.

Si bien, no toda la responsabilidad debe caer en campo escolar, menos aún sobre los docentes, cuando éstos no cuentan con apoyos suficientes en términos formativos, logísticos e institucionales. Los y las jóvenes inmersos/as en estas bandas no han tenido la oportunidad de acceder a un sistema educativo incluyente. Si bien sus condiciones sociales, económicas y familiares llevan a que transiten en cadenas de vulnerabilidad social, la escuela no se ha instituido como un espacio de comprensión, acercamiento, inclusión y transformación.

Se requiere asumir una posición desde la apreciación y simpatía hacia el sujeto. La perspectiva apreciativa trata de comprender y simpatizar con los sujetos desviados. Apreciar supone comprender y establecer los vínculos explicativos entre esas motivaciones y el contexto estructural dentro del cual se mueven los actores. ¿Por qué se han construido de esa manera?


Es de destacar la importancia de apoyos formativos a los profesores, emocionales, psicológicos para enfrentar este tipo de casos. No hay que dejarlos solos. Hay que realizar protocolos de cómo actuar, cómo seducir, cómo construir lazos de confianza, cómo asumir una posición de apreciación y simpatía hacia las y los adolescentes y las y los jóvenes que transitan por espacios no pacíficos de resolución de conflictos. Además, es necesario apostar por una justicia restaurativa.



BIBLIOGRAFÍA

Bonilla, M. y Jaimes, S. (2017). Parches, pandillas y sistema educativo en bucaramanga: el reto de la inclusión. Revista eleuthera, vol. 17, pp. 31-51.

Matza, David, 1981, El proceso de desviación. Taurus, Madrid.

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