viernes, 13 de noviembre de 2015

DOCUMENTOS AUTOBIOGRÁFICOS EN LA INVESTIGACIÓN

Joselyn Létourneau, en su libro “La caja de herramientas del joven investigador”, llama la atención de la necesidad de emplear documentos autobiográficos en la investigación.

A finales del siglo pasado las ciencias humanas y ciencias sociales empiezan a hacer uso de estos documentos como material válido en la investigación de fenómenos históricos y aquellos vinculados a la vida cotidiana, a la identidad, a la memoria colectiva, entre otros. Las autobiografías revelan preciosos testimonios para desentrañar la forma de decir, hacer, pensar y sentir no sólo de sujetos individuales sino de sujetos que han estado insertos en el mundo social, político y económico en un tiempo determinado. Sujetos que expresan no sólo su singularidad sino su particularidad, en la medida en que sus vidas están atravesadas por lo social, lo material, lo colectivo.

Según Létourneau “la autobiografía designa una narración introspectiva y retrospectiva que una persona hace por escrito de su propia vida, sin la presencia de interlocutores o intermediarios exteriores” (2007, 150). En este sentido se excluyen las biografías redactadas por terceras personas, las novelas, las narraciones que describen lapsos o circunstancias puntuales de la vida y los diarios íntimos (Philippe Lejeune, 1986, citado pág. 150).

A pesar de su riqueza, el uso de la autobiografía como fuente primaria de investigación sigue siendo marginal. Las autobiografías nos colocan en presencia de reconstrucciones, que pueden facilitar aclarar un momento histórico. Según Létourneau, son documentos que expresan un saber creíble, que expresa vivencias interpretadas por un testigo que se ha convertido en escritor. A pesar de las dudas que genera este tipo de documento, su interés radica: primero, en que abre nuevos campos de investigación y posibilita pensar el pasado de forma diferente, pensarlo en clave generacional, distanciándose de la periodización basada en grandes acontecimientos. Segundo, a veces son las únicas fuentes que brindan acceso al universo mental y material de categorías sociales de un momento u época determinado. Por ejemplo, el mundo sexual femenino puede ser desentrañado a través de algunas autobiografías que develan su mundo privado, distante de modelos estereotipados de moralidad femenina.

Sin embargo, no hay que ponderar excesivamente la utilidad de estas fuentes. Son resultado del proceso de individualización sufrido por occidente, además de proceder muchas veces de sujetos de clase acomodada con cierto capital cultural, seres caracterizados por un destino singular; de ahí la necesidad de ser prudentes, especialmente en cuanto a las generalizaciones y conclusiones emitidas a partir de estas fuentes primarias. Pero ¿cómo hacer uso de las autobiografías? Reflexionaremos sobre ello en la próxima entrada.


REFERENCIAS
Joselyn Létourneau, 2007, “La caja de herramientas del joven investigador”. La Carreta Editores, Medellín, Colombia.

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